A los 9, 32, 66 y 83 años pasa algo distinto en el cerebro: el mapa que lo muestra


El cerebro no avanza siempre al mismo ritmo a lo largo de la vida. Hay etapas en las que se mantiene estable y otras en las que cambian la forma en que las neuronas se conectan y procesan la información.

Siguiendo esa línea, distintos trabajos en neurociencia muestran que existen edades específicas en las que el cerebro se reorganiza con mayor intensidad.

Según diferentes investigadores, el cerebro no funciona igual en todas las etapas. A lo largo del tiempo atraviesa fases diferenciadas, en las que algunas conexiones se fortalecen y otras dejan de utilizarse.

Este enfoque permite entender el desarrollo y el envejecimiento cerebral desde otra perspectiva ya no como un proceso continuo, sino como una secuencia de cambios, pausas y reordenamientos que se van dando a lo largo de los años.

Los estudios más recientes identificaron cinco grandes etapas en la vida del cerebro, separadas por puntos de quiebre que suelen concentrarse alrededor de los 9, 32, 66 y 83 años. En esas edades se registran modificaciones claras en la manera en que las redes neuronales se organizan y se comunican entre sí.

En los primeros años de vida, desde el nacimiento hasta aproximadamente los 9, el crecimiento cerebral es muy marcado. Aumenta tanto la materia gris, donde se encuentran las neuronas, como la materia blanca, encargada de conectar distintas zonas del cerebro.

Durante esa etapa inicial, el cerebro genera una enorme cantidad de conexiones. Muchas más de las que usará en la vida adulta. Con el tiempo, ese exceso se va depurando y solo permanecen activas las conexiones que se utilizan con mayor frecuencia, lo que mejora la eficiencia del sistema.

Alrededor de los 9 años aparece el primer cambio importante. En ese momento se producen ajustes internos que impactan en las capacidades cognitivas.

Entre los 9 y los 32 años, el cerebro entra en una etapa de consolidación. Las conexiones se vuelven más específicas y la materia blanca sigue desarrollándose. Esa mejora se refleja en una mayor facilidad para aprender, resolver problemas y adaptarse a situaciones complejas o novedosas.

No obstante, hacia el inicio de la tercera década de vida, el cerebro alcanza su punto más alto de rendimiento.

Este momento no implica que el desarrollo se detenga, sino que da paso a una etapa más pareja, en la que los cambios ya no son tan visibles como en los años anteriores.

Entre los 32 y los 66 años, el cerebro atraviesa su fase más prolongada. Durante ese lapso, la arquitectura general se mantiene relativamente estable y no se registran transformaciones bruscas en la conectividad. Aun así, el cerebro no permanece inmóvil. Las regiones comienzan a reorganizarse de manera lenta y progresiva.

Ese reordenamiento ayuda a explicar por qué muchas habilidades se conservan durante décadas. El siguiente cambio relevante aparece cerca de los 66 años. A partir de ese punto, empieza a notarse una disminución gradual de la conectividad, vinculada al envejecimiento y al desgaste de la materia blanca.

Finalmente, alrededor de los 83 años, se identifica una nueva transición. La conectividad global se reduce aún más y el cerebro empieza a apoyarse con mayor fuerza en regiones específicas, una adaptación típica de las edades más avanzadas.

Fuente: www.clarin.com

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